divendres, 29 d’abril del 2011

El presidente Zapatero y los privilegios de los "ex". Eliseu Santandreu

Mientras un político, un alto directivo o cualquier persona comprometida con un cargo o responsabilidad ostenta el mismo, no siempre puede decir ni hacer, aquello que le gustaría o debería, para no caer en lo tan manido “políticamente incorrecto” En cambio, cuando cesa en su cargo, es cuando dice todo que hasta entonces se había callado y que en ese momento siente necesidad de hacerlo porque no se juega nada.


Por ejemplo, Felipe González que, en sus sustanciosas charlas da consejos de aquello que él debería haber hecho pero que por razones de “impedimentos políticos” no hizo. José Maria Aznar lanzando diatribas contra las medidas del Gobierno, y la situación de España, mientras en su mandato se fraguó la burbuja inmobiliaria.

En cuanto a Catalunya, Jordi Pujol en sus casi diarias conferencias en todos los medios de comunicación, asegura ahora que no ve otra salida que la independencia de Catalunya. Obviamente, nunca antes, cuando mandaba lo dijo y menos cuando daba soporte al PP. Pascual Maragall que, de todos ha sido el que no se ha refrenado nunca dando lugar a sus conocidas “Maragalladas”, ahora en silencio por razones de todos conocidas. José Montilla es la excepción, porque ni hablaba entonces ni habla ahora, lo cual pone de manifiesto la confirmación de la regla.

Este prolegómeno va dirigido al actual presidente José Luís Rodríguez Zapatero que, con su aviso de no presentarse a las próximas elecciones del 2012 y, con independencia de los motivos que le han podido aconsejar a tomar esa decisión, no es todavía un “ex” pero ya tiene los privilegios de tal.

Seria muy deseable para la salud del país y para la recuperación de su propia dignidad tan vilipendiada a diestra y siniestra que aprovechara el año que le queda de mandato para tomar aquellas decisiones que no podría hacer de seguir con la duda de su continuidad.

Si el presidente Rodríguez Zapatero quiere dejar un recuerdo en la historia como el Presidente que supo capear una de las crisis más virulentas hasta la fecha, debería aprovechar su “libertad” tanto de partido como de obligaciones futuras para hacer lo que debe hacer, al margen de los ataques de unos y de opiniones interesadas de otros. De otra manera pasará a la historia como el Presidente voluble, inconstante, frívolo y fiel amigo de la ley del péndulo. Ahora puede tomar las decisiones en base a opiniones técnicas, basadas en expertos y no en las presiones del partido de la oposición. Ahora tiene patente de corso porque tampoco se meterá nadie con él por considerarlo el árbol caído.

Si lo hace así se hará un favor a sí mismo, a su familia, a la sociedad, a su partido y a los sufridos ciudadanos que esperan que se produzcan cambios para que cambie su situación. En caso contrario perderá una oportunidad de oro para borrar las páginas que ha llenado de dudas, bandazos, cambios bruscos, ideologías progresistas sustituidas por liberales que tanto estupor ha causado, tanto en el entorno domésticamente como en el exterior.