dimarts, 25 de setembre del 2012

Ahora toca rescatar la ética. D'Eliseu Santandreu publicat a l'Avui-El Punt el 23-9.


Ahora que por activa y por pasiva hemos sido rescatados. Que los acreedores nos vigilan como a los malos pagadores y que Europa nos exige que nos reformemos porque carecemos de toda credibilidad. Ahora que ya hemos enseñado las vergüenzas  es hora de rescatar la ética perdida, cuya carencia, durante muchos años ha sido, en gran medida, la causante de la crisis que padecemos.

En los últimos años, muchas Cajas de Ahorro y Bancos han incurrido en negligencia profesional; han cometido graves imprudencias en la concesión de  créditos en el ámbito inmobiliario; se han auto adjudicado millonarias retribuciones, jubilaciones e indemnizaciones siempre injustificadas, sobre todo por quienes condujeron a la quiebra a su institución; han abusado de una incompetencia profesional de muchos consejeros y altos directivos; han comercializado productos de dudosa legalidad; han estado aplicando comisiones y márgenes de intermediación abusivos, Esos y otros desmanes han originado el gran desprestigio del sistema financiero español en general y de la banca en particular.

Por supuesto, no todas las entidades han actuado de igual modo ni han incurrido en graves o gravísimas faltas. Un buen ejemplo de esas excepciones lo constituye dos de las 45 Cajas de Ahorro de otrora: la Caja de Pollensa y la de Caja de Ontinyent. Han sobrevivido al tsunami que ha devastado a sus homólogos. Su mérito ha consistido en no haberse embarcado en riesgos innecesarios y no estar dirigidas por directivos con afán de enriquecerse a toda costa. En definitiva, “solo” se han dedicado al negocio de banca.
La ciudadanía está justamente escandalizada e indignada ante el hecho de que, -hasta la fecha- una cincuentena de banqueros esté acusada de estafas, malversaciones, fraudes, engaños, etc.


Todo ello ha sucedido mientras el principal supervisor, el Banco de España, que siempre ha presumido de ser el más solvente y modélico del mundo, ha asistido a esos fiascos con absoluta negligencia e impunidad, como si de un invitado de piedras se tratara. Los miles de clientes más modestos de las entidades financieras han sido objeto de fraudes colectivos, a diario y recurrentes año tras año, con una ignorancia, -quizás interesada- por parte de quienes estaban obligados a evitarlos y sancionarlos.

Ahora que se conocen las malas prácticas y los miles de afectados, es urgente y necesario que el sector financiero recupere la imprescindible ética que, aunque siempre debe presidir todos los ámbitos económicos es en aquellos entornos en los que se trafica con dinero ajeno de titulares diversos y con frecuencia modestos, que depositan su confianza en el buen hacer de esas entidades, donde es, aún,  mucho más exigible.

Sin embargo, surgen serias dudas de que ese deseo pueda llegar a ser aplicable. La reducción de la competencia como resultado de la transformación del sector y la consiguiente desaparición de entidades que quedarán reducidas a una docena, ¿facilitará la implantación de una ética?, o por el contrario, ¿dará origen a un oligopolio como ya sucedió en otras épocas de infausta memoria? Por otro lado, los bancos que sobrevivan ¿volverán a aspirar a que sus beneficios crezcan un 25 o 30% anual, como ocurrió en los años anteriores a la crisis? ¿Los reguladores y supervisores ejercerán realmente su obligación para acabar con la enraizada cultura de engañar al cliente con productos que no conocen ni entienden quienes los venden?

Las entidades financieras deben reconciliarse lo antes posible con sus clientes y recuperar su confianza y la de sus accionistas, sobre todo los pequeños, ya que son los que les producen mayores ingresos y beneficios, dado que a los grandes grupos no les preocupa esa reconciliación, pues la carencia de la misma es un vehículo que les proporciona ingentes beneficios.

Hace ya mucho tiempo que los usuarios de los servicios bancarios se sienten absolutamente engañados en unos casos, estafados en otros y perplejos en todos, cuando comprueban los despilfarros que aún se comenten en muchas entidades “quebradas”. La estrategia debe pasar por demostrar con seriedad, humildad y sinceridad una predisposición para cambiar el paradigma  que nunca habían de haber abandonado.

Paralelamente, también es urgente que se estimule, facilite y divulgue una pedagogía y una mayor cultura financiera por parte de los usuarios ya que cuanto mayor sea ésta, más se limitarán las oportunidades de abuso.


Los recientes escándalos y crisis financieras exigen la puesta en marcha de modelos de supervisión que doten de seguridad jurídica al sistema de control de las entidades que operan en el sector financiero. La intervención de instituciones públicas que supervisen y regulen el sector financiero, tiene  justificación, ya que admitiendo que siempre se producirán fallos inevitables, se minimicen, controlen, corrijan y sancionen, a fin de disponer de un nivel de eficiencia del sistema, dirigido solo por criterios profesionales y éticos, lejos de intereses personales o de grupos interesados.


1 comentari:

llorenç Gimenez ha dit...

Nada mas 50 hay que ver los que se están librando....